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Ríos transnacionales y la necesidad de colaboración

Márcia Azevedo Coelho

Brasil posee una extensa red fluvial y muchos ríos compartidos con otras naciones. Estos ríos, denominados transnacionales, desempeñan un papel vital en el panorama geográfico y socioeconómico del país, al mismo tiempo que imponen una serie de desafíos y complejidades con las naciones vecinas, tales como la necesidad de cooperación y diplomacia.

Ríos como el Amazonas, Paraná, Paraguay y Uruguay atraviesan fronteras, exigiendo acuerdos y políticas conjuntas para la gestión sostenible de los recursos hídricos. La negociación de acuerdos sobre el uso del agua, navegación, generación de energía y conservación de los ecosistemas ribereños son condiciones esenciales para garantizar la sostenibilidad y evitar conflictos de diferentes órdenes, por lo tanto, la gestión de intereses, a menudo conflictivos entre naciones e incluso entre sectores del país, es uno de los grandes desafíos para la gestión del uso de los recursos hídricos.

Sectores como la agricultura, industria, abastecimiento público y conservación ambiental, en muchos casos compiten por el acceso al agua y su uso, generando tensiones. La agricultura, uno de los principales usuarios de recursos hídricos en el país, enfrenta competencia por el agua, especialmente debido a la demanda significativa para riego. La industria también juega un papel crucial en este contexto, demandando grandes volúmenes de agua para procesos productivos, enfriamiento y otros fines. El uso excesivo del agua de estos sectores puede impactar negativamente en la conservación ambiental, desencadenando debates sobre la gestión sostenible de los recursos hídricos y la necesidad de equilibrar las demandas humanas con la preservación de los ecosistemas acuáticos.

Por lo tanto, el desafío radica en buscar estrategias de gestión y políticas públicas que promuevan el uso eficiente y sostenible del agua, teniendo en cuenta las demandas de todos los sectores y la conservación de los recursos naturales. Esto requiere un equilibrio delicado entre las necesidades humanas, las actividades económicas y la protección ambiental, con el objetivo de asegurar el acceso equitativo al agua y preservar la salud de los ríos y ecosistemas para las generaciones futuras.

El tema es complejo y los desafíos son muchos, pero uno de ellos sin duda radica en la cultura de la colaboración; palabra que deriva del término latino “collaboratio”, compuesto por “com”, que significa “junto”, y “laborare”, que se refiere a “trabajar”. Este contexto etimológico evidencia la idea del trabajo conjunto, compartiendo esfuerzos para alcanzar un objetivo común.

Varios pensadores a lo largo de la historia, desde Aristóteles, quien enfatizaba la importancia de la vida en comunidad para el bien común, hasta Rebecca Solnit, en la actualidad, al defender que la cooperación y la colaboración son esenciales para superar crisis, ya sean desastres naturales, políticos o sociales, destacan cómo la unión de esfuerzos y la solidaridad entre las personas son fundamentales para promover cambios positivos y alcanzar un bienestar colectivo, sin embargo, no podemos considerar que la lección haya sido o esté siendo aprendida eficazmente.

En el contexto contemporáneo, la gestión del agua parece agudizarse, en gran medida debido a la incapacidad de actuar para el bien común. En el ámbito educativo, la colaboración es una de las competencias consideradas esenciales para la educación básica, que busca formar personas capaces de contribuir de manera competente con el mundo en el que viven.

Sí, en este punto también la educación y, en este caso no solo la brasileña, ha fallado enormemente. Por otro lado, queda la duda de si solo habilidades bien desarrolladas, como la capacidad de dialogar, resolverían problemas efectivos cuando se trata de intereses económicos. En ese sentido, parece que lo relevante sea la formación en valores fundamentales, tales como la promoción de una vida plena para todos, un ideal utópico en sociedades capitalistas, estructuradas para la supremacía.

A pesar de ello, se sabe que para que haya cambios colectivos de paradigmas, es necesario invertir en la formación inicial de las nuevas generaciones y, en esa perspectiva, la sociedad en general, pero la escuela en particular, tiene un papel preponderante. Además, siendo más específicos, cómo los proyectos se relacionan con los métodos y éstos con la intencionalidad formativa es más que esperado que, en la actualidad, las clases expositivas hayan sido reemplazadas por actividades que fomenten la reflexión crítica sobre la importancia del diálogo en la resolución de problemas y la creación de entornos colaborativos. Escuelas que propongan el desarrollo de proyectos, que requieran colaboración entre los estudiantes fomentando el diálogo para alcanzar objetivos comunes son urgentes.