Energía, ¿con agua? La máquina de vapor
Uno de los primeros registros relacionados con una máquina que usa vapor para generar energía es del siglo I, d.C. A dicho artefacto, desarrollado por Herón de Alejandría, se le conoció como eolípila..
Tuvieron que pasar casi 1700 años para que alguien intentara algo nuevo. En 1698, Thomas Savery patentó una máquina de vapor para bombear agua subterránea. Su uso fue limitado, pues siempre existió el riesgo de una explosión.
En esa misma década, Denis Papin pretendió mejorar la máquina de Savery mediante la condensación del vapor de agua y lograr un “perfecto vacío”.
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El siglo XVIII vivió el estallido de múltiples inventores, como Thomas Newcomen y John Cawley, figuras relevantes durante la Revolución Industrial, que desarrollaron la llamada máquina de vapor atmosférica (mejora a la máquina de Savery). Por su parte, James Watt perfeccionó las máquinas de Newcomen, eficientando el uso del vapor. También creó la unidad llamada “caballo de potencia”. El vatio (W) fue nombrado en su honor.
En 1802, William Symington construye el primer barco de vapor funcional, el Charlotte Dundas. Por su lado, Robert Fulton desarrolla un barco de vapor que se vuelve un éxito comercial. En 1829, George Stephenson construyó la primera línea ferroviaria pública del mundo que utilizó locomotoras a vapor.
Esta tecnología siguió evolucionando, ahora existen turbinas de vapor, en centrales de ciclo combinado que generan energía eléctrica. Pero también es posible que en algún momento te bañes gracias a calderas de vapor, que calientan el agua.
Si quieres conocer más sobre este tema, te recomendamos leer:
Arnés-Carrasco, S. (2012). Un regalo del cielo: la energía renovable “EPARNES”. España: ECU.
Bryan-Domínguez, A. (2010). Cronología de los descubrimientos: los inventos y las realizaciones de ingeniería desde la Edad de Piedra hasta fines del siglo XIX. Argentina: Academia Nacional de Ingeniería.
García-Colín-Scherer, L. (2003). De la máquina de vapor al cero absoluto: calor y entropía. Tercera edición. México, DF: Fondo de Cultura Económica.
