La presión hídrica de la generalidad de las naciones se centra en que 92% del agua disponible se destina a la agricultura de riego; un 56% de ésta se destina a la producción de alimentos; los granos y cereales consumen 27%, y la producción de carne y leche en conjunto suman 29%. En este contexto, el agua residual tratada jugará en el presente siglo un importante papel, pues existe una amplia gama de cultivos que son materia prima para la industria, como cártamo, canola, algodón, etc.; otros que requieren pasar por un proceso para su consumo o aprovechamiento, como caña de azúcar; otros tantos cultivos que son para consumo animal, como granos (maíz, sorgo), e incluso cultivos que son de consumo humano, pero que para su aprovechamiento requieren un procesamiento poscosecha y además un cocimiento, como frijol, arroz, maíz, soya; todos ellos se pueden regar con aguas residuales (AR) tratadas que cumplan con la calidad necesaria.

Hoy día se estima que en el orbe existen 20 millones de hectáreas regadas con aguas residuales (UN-WATER, 2013). Y aun cuando el uso de las AR implica riesgos, éstos se pueden manejar en la mayoría de los casos, reduciendo su impacto, si se considera que todo proyecto de reúso de aguas residuales tratadas deberá considerar elementos clave desde su fase de planeación y otros durante su ejecución, como determinar calidad del agua a reusar; tipo y características de los suelos donde se aplicarán; tipo de cultivo y su tolerancia a ciertos contaminantes; empleo de prácticas de manejo de suelos, agua y cultivo, que deberán realizarse con el fin de reducir riesgos, y aún las prácticas poscosecha que mejorarán la calidad sanitaria de los productos antes de comercializarlos.

Si te interesa conocer más sobre este tema, contacta a la autora de este artículo, la maestra en ciencias, Olga Xóchitl Cisneros Estrada, al correo This email address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it.